HISTORIA -D-TERROR 2

¡ESA NO SOY YO!

Mi novia perdió la vida. Fue un accidente de tráfico. Lloré durante horas cuando me enteré. Empecé llorando porque ya no estaba. Seguí haciéndolo por nuestras últimas palabras. Tuvimos una bronca por teléfono. 
El día de su velación fue terrible. Tan solo miraba su cuerpo. Demasiado maquillaje. Me daba nauseas. 

Más tarde, esa noche, me la pase abrazado a mi almohada sin poder dormir, mirando mi teléfono en la oscuridad, leyendo nuestra última conversación. Luego la escribí un nuevo mensaje. 
Yo: Lo siento, Lizz. Te amaré para siempre. 
Lo envié y caí rendido. 
Me despertó el zumbido de mi teléfono. Mire la hora. 1:49 de la mañana. Había un mensaje nuevo. 
Lizz: ¿Para siempre? 

¿Quién tenía su teléfono? Me lo pregunté antes de enfadarme por ello. 

Yo: ¿Quién es?
Lizz: Soy yo, Lizz. 

Yo: Quien quiera que seas, por favor… para. 
Lizz: Soy yo, lo prometo. Puedo probarlo. Pregúntame algo que solo sepamos. 
Y le hice pregunta tras pregunta. Ya había amanecido cuando acabé convencido. Me dijo que no podía decirme donde estaba, pero que era un lugar increíble y que estaba feliz. Dijo que iba contra las reglas hablar conmigo, pero que no podía remediarlo. Eso me hizo sonreír. Me dijo que no podría llamarme, pero que me escribiría siempre que pudiera. 
Durante meses nos escribimos. Casi siempre recordando nuestro pasado. Se negaba a compartir detalles de su nueva vida. Tampoco me hacía falta, era feliz leyendo sus mensajes de nuevo. 
Después me dijo que debería empezar a salir con alguien. Le dije que no. 
Lizz: Pienso que no deberíamos seguir escribiéndonos. 
Yo: ¿De qué estás hablando? 

Lizz: Fue una mala idea. Lo siento. 

Yo: No, espera. Lo siento. No puedo perderte de nuevo. 

Lizz: Te amo.
Lizz: Adiós. 

La escribí cada día durante semanas suplicándola que me respondiera. Me encontraba al borde de la depresión sabiendo que la había perdido de nuevo. 
Una noche me desperté para encontrarme solo en mi cama. Mi habitación estaba oscura y fría. Agarré mi teléfono para ver la hora. 1:49 de la mañana. Ningún mensaje. Hubiera llorado, pero ya no quedaban lagrimas. 

Escuché un golpeteo seco que venía del armario. Miré y ahí estaba ella. Despacio, emergía de entre mis camisas colgadas. Incluso en la oscuridad, sus rasgos delicados eran inconfundibles. 
Lizz…” Susurré. Mi corazón se agitaba nervioso. No dijo nada. Tan solo me miraba, sonriendo. La Luna desde mi ventana hacia que su pálida piel brillara. 
De repente, mi teléfono vibró. Salté. Ella se paró en seco y lo miro. 
Tal vez no pudiera hablar, pensé. Cogí el teléfono y leí el mensaje. 

Lizz¡ ESA NO SOY YO ! 
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